viernes, 29 de junio de 2007

Ruido

Se despertó. Era ese ruido. Ese ruido que tan bien conocía. Miro para todos lados en la oscuridad en absoluta desesperación. Trató de ignorarlo, pero había sido tan evidente que los intentos de su mente de negarlo eran inútiles. Se levantó muy despacio y en silencio, y mientras con el pie tanteaba el piso para no tropezarse con algún objeto indeseado, con las manos tanteaba el aire, cuidando de no chocar contra ninguna pared. Y así, pasito a pasito, llegó al baño. Manoteo donde sabía estaba el interruptor de luz y la prendió. Se colocó frente al espejo y se miró, pero no se reconoció. Las lágrimas empezaron a salir, la primera recorrió despacio su mejilla hasta posarse en sus labios. La segunda salió con un poco más de fuerza. Y así, de forma creciente, cada vez más rápido y con más intensidad. La respiración se hacia cada vez mas agitada, más desesperada mientras también aparecían los temblores y el frío. Apoyó sus manos en el mármol y se rindió. No podía contenerlo más. Así estuvo llorando durante casi dos horas. Hasta que noto que se normalizaba la respiración, que desaprecian los temblores, y que las lagrimas caían cada vez con menos fuerza. Se volvió a contemplar en el espejo. Así estuvo casi otra hora, mirando a esta persona que no reconocía, perdida en sus propios ojos. Tratando de buscar una explicación empezó a rememorar todo desde el primer día. Por mas de que buscó en los rincones más profundos de sus recuerdos, no encontró nada que le aclarara el porque de el ruido. Quiso desesperar devuelta, pero se contuvo. La llenaba la ansiedad, la duda. ¿Quién era esa persona en el espejo, y por qué había hecho todo tan mal? ¿Qué hizo para merecer semejante tortura? En su vida le habían pasado muchas cosas que por lejos merecían más tristeza que este ruido. Además ella no era una persona triste. Se enojaba, se frustraba, pero nunca entristecía. ¿Por qué ahora, de todos los momentos, viene a descubrir la tristeza? Era un sentimiento completamente nuevo. No encontró las respuestas que necesitaba, ni nadie podía dárselas.
Mirándose todavía al espejo, se juró a si misma que nunca más se metería en una situación que pudiera provocarle esta tristeza. Esta tristeza que parecía cambiarla como persona, como la persona que ella siempre pensó que era.
Apagó la luz del baño y volvió a la cama. Se acostó, con los ojos todavía brillantes con lágrimas, y trató con todo su poder de ignorar el ruido. Ese ruido ensordecedor que hacía su corazón o su mente o algo dentro de ella. Ese ruido de clic, de ficha que cae. Ese ruido que indica que cambió el ritmo de nuestros latidos. Ese ruido que nos indica que, de ahora en más, todo va a ir en cámara lenta. Ese ruido que nos indica que se terminó, y que es hora de empezar a lamerse las heridas.

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